Ya tienes conocimiento del conjunto de temas que tratamos en las dos unidades, básica y superior.

Hemos comenzado sugiriéndote pautas breves que deseamos te sirvan como ayuda en  tu ejercicio diario oracional.

A continuación te hemos colocado ante Jesús que ora y enseña a orar como el eje central de nuestra vida. JESUCRISTO.

Pretendemos orientarte hacia la experiencia de Pablo que dice: “vivo yo, pero ya no soy yo quien vive, sino que es CRISTO quien vive en mí.”

Ahora, continuando en esta labor, de disponerse para acoger el DON de la oración, seguimos, paso a paso.

 

Ya sabes que  consideramos  la oración como relación viva y personal con Dios vivo y verdadero. Es una relación de presencias.

Dios siempre está presente, pero lo estará para ti, cuando tú  le prestes atención.

Para educar y ejercitar esa presencia y atención  te ofrecemos estos pasos que siguen los temas de las unidades.

 

PERSONA, lo que es desde su origen de criatura, ser viviente, realidad unitaria cuerpo-espíritu, creyente.

YO PERSONAL. En esta persona puedes percibir la realidad interior, alma, conciencia, yo profundo. Los nombres son varios, pero la realidad es única, como centro vivificador de toda la persona. Y, al mismo tiempo, como centro de sentido y discernimiento de cuanto te llega.

Tenemos un ejercicio práctico que llamamos la meditación del yo profundo.

Puedes practicarlo. Se trata de retirarte a un lugar tranquilo, adoptar una postura adecuada, introducir un ritmo respiratorio tranquilizador e irte repitiendo: quién soy yo¿. No se trata de darte una respuesta verbal sino de percibir, intuir, más allá de las palabras, esa realidad interior que soy. Prueba.

 

YO PERSONAL. En esta persona, puedes percibir también los elementos de superficie, complementarios al aspecto interior, al fondo y que son: ambiente, cuerpo, afectividad y pensamiento.

Intentamos que se preste atención a esta realidad unitaria, pero peculiar en cada uno, desde lo que consideramos las bases humanas de la interiorización:

Conciencia, la capacidad de darse cuenta y su cauce de ejercicio, la atención.

Cerebro, es órgano vital del ser humano con sus peculiaridades significativas para el proceso  interiorizador  y oracional: discurrir, intuir.

Mente, que une las dos realidades con este nombre conciencia encarnada.

 

YO FALSO. Cuando la persona se cree que es lo que tiene, aparece un radical falseamiento que afecta a la comprensión que la persona tiene de si misma y se proyecta en su comportamiento. Desde esta manera de pensar, sentir y actuar, resulta muy difícil una auténtica oración. Por ello es urgente y necesaria la

 

TAREA BASICA: retornar a su propia realidad, a su verdad, desde la que la persona funciona armónicamente, fondo y superficie.

 

Las prácticas conducen a que la persona descubra en su propio  ambiente

aquellos estímulos que condicionan su comportamiento, para realizar sobre ellos un ejercicio de retirada liberadora. Ya tienes aquí una amplia tarea: qué estímulos te condicionan. Con qué intensidad. Cuál es su signo, positivo, negativo, neutro. Descubres su poder de falseamiento o los justificas ¿ Tu oración está en juego. Juega limpio, ante Dios. No lo puedes engañar. Ante ti mismo. No te engañes.

 

Tu propio cuerpo, en su funcionamiento, en tu imagen corporal, en el cultivo y educación del cerebro, es una invitación al  funcionamiento equilibrado. La relajación, el soltar las tensiones mediante ejercicios apropiados, favorece el ritmo armónico adecuado y propicia una situación idónea para orar. La activación de las funciones cerebrales del discurso y la intuición predisponen adecuadamente a la relación amorosa. Recuerda que los ejercicios de relajación son acumulativos y pueden ayudarte a vivir de modo más distendido.

 

Tu afectividad, tu capacidad de ser afectado está muy presente en toda conducta humana. Cuál es el grado de tu afectividad y su signo peculiar. Ambos pueden colorear tu conducta e incluso definirla de modo predominante. La respiración, el ritmo respiratorio, inteligentemente educado beneficiará el desarrollo armónico de tu afectividad. Ejercítate: siéntate en un lugar tranquilo. Cierra los ojos con suavidad. Procura imprimir a tu respiración un ritmo lento y profundo. Concéntrate en esa sensación de respirar y deja que vayan y vengan los pensamientos, sensaciones, etc. Sigue concentrado en el ritmo respiratorio. Permanece un cierto espacio de tiempo, a tu criterio. Notarás que estás en presente, que vives aquí, ahora. Y recuerda que la oración es relación de presencias.

 

Tu mente, tu pensamiento. Esta es la faceta más importante. Sabes muy bien que quien domina su pensamiento, domina su comportamiento. Te importa mucho descubrir experimentalmente la fuerza de tu pensamiento y su eficacia constructiva, si es positivo. Y demoledora, si es negativo. Tienes capacidad de pensar. Lo sabes. Necesitas educar esta capacidad. Puedes seguir estos pasos: intenta percibir la realidad, tal cual es. Quédate ahí. No unas a la percepción simultáneamente el juicio valorativo. Procura comprobar la percepción que proviene de  la información que te dan. No supongas, comprueba. Procede, posteriormente, a elaborar tu valoración y la subsiguiente decisión, con el signo que creas oportuno.

Puedes darte cuenta de que en este ejercicio influyen, el ambiente, el cuerpo y la afectividad. Por ello al educar tu pensamiento estás imprimiendo armonía a tu comportamiento, aquí y ahora, en presente, y construyendo tu presencia para relacionarte amorosamente con Dios.

 

MEDITACIÓN-ORACIÓN. Así dispuesto, puedes dirigirte conscientemente, hacia  tu realidad interior, con un movimiento hacia el centro de ti mismo, que llamamos meditación o meditar.

En esa realidad interior, dentro de ti, donde Dios mora, puedes relacionarte con El, en unión de amor. Recuerda las palabras de Jesús que nos transmite san Juan. Al que me ama, mi Padre le amará, vendremos a él y haremos morada en él.

Surge así la realidad meditación-oración en nuestro contexto cristiano que supera la simple meditación y su uso en algunas corrientes espirituales.

Esta afirmación evangélica, nos trae el recuerdo de Jesús que ora y enseña a orar y nos introduce en la

 

ESENCIA DE LA ORACIÓN.

Entendemos que existen muchas formas de oración cultivadas en Israel y en la Iglesia. En todas ellas encontramos como garantía de verdadera oración, la actitud de Jesús, relación filial y amorosa con Dios. Esta relación es lo que creemos que es la esencia de la oración.

 

PROCESO de la oración: comienzos, transición, culminación.

Santa Teresa y San Juan de la Cruz nos orientan en el proceso.

Esta relación amorosa se da entre Dios y la persona. Dios es inmutable. La persona es variable, necesita de un proceso pedagógico de preparación, asimilación, colaboración en su oración, en su relación amorosa con Dios.

En sus primeros pasos, la persona se va uniendo, relacionando con Dios, según ella entiende y expresa su amor en oraciones vocales, rezos. También lo hace mediante reflexiones o lecturas meditativas. Otra forma que aparece es el coloquio afectivo. La oración, pues, se manifiesta en los comienzos como vocal, mental y afectiva.

El ejercicio continuado de la oración conlleva una dinámica simplificadora que aparece en que la persona necesita en su oración menos palabras, menos pensamientos, menos afectos. Se inicia así un proceso de transición en el que las personas van dejando que Dios las vaya uniendo a El, a su manera, al modo de Dios.

La oración de simple mirada suele ser la primera expresión. Santa Teresa le da el nombre de recogimiento activo. Y aquí nos vamos a detener.

 

ORACIÓN y recogimiento activo de Santa Teresa.

En la experiencia oracional de Santa Teresa tiene una especial significación el libro Tercer Abecedario del franciscano Francisco de Osuna. Describe esta obra la espiritualidad más significativa en el siglo XVI español, la espiritualidad del recogimiento. Teresa la asimila, la practica y la enseña. Nosotros, aceptamos este magisterio experimentado e intentamos difundirlo.

Asumimos la descripción ofrecida por la Santa y la acompañamos con algunas pautas que la experiencia ha manifestado como ayudas adecuadas: retirada, relajación, respiración, repetición, Son un modo práctico de aplicar la enseñanza teresiana. Formamos con ello el núcleo oracional que desearíamos fuese asimilado y practicado por toda persona que comparte nuestro proceso.

Creemos que es una adecuada preparación para cuanto Dios quiera comunicarle a cada persona en los pasos indicados en el proceso oracional con los nombres de recogimiento infuso, quietud y unión.

Prácticas. Ya en estos momentos es aconsejable ampliar el tiempo dedicado a la oración y utilizar aquellas prácticas  que estimulan al silencio, la advertencia amorosa. Y siempre hay que cuidar la purificación propia.

 

OSCURIDAD transformante. FE. fiarse de Dios.

Si en los inicios de la transición aparece una dinámica simplificadora, en esa situación donde la persona va dedicando mayor tiempo a la oración y cuida, más delicadamente de ir corrigiendo defectos y practicando virtudes, surge una fenomenología que suele denominarse comosequedad, oscuridad. No debe interpretarse de modo negativo sino aceptar la indicación de san Juan, quien define este ámbito de la fe, de fiarse de Dios, como seguridad en la oscuridad. Oscuridad que hace referencia a los aspectos sensibles y nos ofrece como consigna una

 

ACTITUD permanente: limpios y vacíos. Una actitud cuyo significado es éste: debemos mantenernos en un talante purificador  constante, unas veces procurado  y otras veces, aceptado,  soportado sin buscarlo. Y conviene, al mismo tiempo, procurar permanecer abiertos y acogedores de la acción amorosa de Dios que nos va haciendo conscientes de su vida en nosotros, nos  va divinizando.

 

Estos serían los rasgos que consideramos configurativos de lo que llamamos la unidad básica: disponerse para acoger el don de la oración.

Si  los vas siguiendo y aplicando en tu ejercicio diario de oración y en tu reflexión profundizadora, creemos que puedes pasar a la

 

UNIDAD SUPERIOR

Educarse para vivir cristianamente desde la oración

Mientras continúas en tu práctica oracional diaria, pueden ayudarte las siguientes afirmaciones que te ofrecemos e iremos explicando a continuación.

Consideramos el educarse en la vida de oración como un peregrinar hacia el monte, detenerse en la cima y bajar de nuevo.

 

PEREGRINOS, Dios y el orante.

DIFICULTADES en la peregrinación.

EXIGENCIAS de la peregrinación.

EXPERIENCIAS oracionales en el término, en el monte.

SINTONÍA al bajar del monte: vida integrada y presencia en el mundo.

 

PEREGRINOS, Dios y el orante.

         

La experiencia de la oración se ha hecho habitual en ti y desde ella vas viviendo toda tu vida cristiana, desde el pensar, sentir, actuar, como Jesús que afirma, mi alimento es hacer la Voluntad del Padre.

 

Percibes que en este peregrinar  te relacionas con un Dios, presente, pero escondido y que has de ir descubriéndolo: Quien me ve a mí ve al Padre. Está escondido en Jesucristo, imagen visible de Dios invisible.

 

San Juan de la Cruz nos recordará  que está escondido en ti, pero que no lo puedes encontrar, si no te escondes donde El está escondido. Y Santa Teresa añade con San Agustín que buscaba a Dios fuera y vino a encontrarlo dentro de si. Al invitarnos a orar, nos dirá la Santa, que hemos de ponernos en soledad dentro de sí, mirarle, hablarle…

 

Para peregrinar, pues, para vivir cristianamente desde la oración, debes entrar dentro de ti, descubrir tu propia realidad interior donde Dios te aguarda. Así irás percibiendo que tu vida está escondida con Cristo en Dios. Por ello mantienes un talante de fe, de fiarte de Dios, y  vas dejándote formar por María que conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón, en su interioridad.

 

DIFICULTADES en la peregrinación.

Este caminar de cada día, en el progresivo desgaste de fuerzas y facultades, en las tareas propias con su carga de monotonía, en los retos continuos de la convivencia, en los múltiples estímulos ambientales nos irá descubriendo la propia realidad en sus relaciones con Dios, consigo mismo y con los demás.

Semejante descubrimiento nos pedirá un esfuerzo amoroso activo y paciente. Habremos de organizar nuestras respuestas y deberemos soportar pacientemente múltiples situaciones no buscadas ni programadas.

Se trata de un esfuerzo amoroso que consiste, según San Juan de la Cruz, en trabajar en despojarse y desnudarse por Dios de todo lo que no es Dios. Se trata, pues, de liberar el amor, despejar los obstáculos que impiden el ejercicio de la capacidad de amar que Dios nos ha concedido y el don del amor que nos ha infundido, “ el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones”.

Se trata, también de vivir amorosamente, cuanto la vida nos va ofreciendo. Intuir en ello, no sólo las causas inmediatas, sino también la acción amorosa de Dios que nos va uniendo a El, a su manera. Es una aceptación razonable y confiada: aceptamos la fragilidad humana, la propia y la ajena.  Y aceptamos amorosamente  el consejo de Jesús: “ mirad los lirios del campo, mirad las aves del cielo. La paciencia y la confianza se imponen. También ello requiere un esfuerzo amoroso en el caminar.

 

EXIGENCIAS de la peregrinación.

El peregrinar es una fuente permanente de experiencias que se revelan como exigencias.

Caminar sin los otros, caminar por el desierto como realidad impuesta o buscada, puede ser una primera exigencia.

 

“Ponerse en soledad” para orar, nos recordará Santa Teresa. Estar sin los otros, para estar solo, para estar conmigo, para encontrarme. No es una huida, no es un menosprecio, sino más bien un potenciar mi ser personal completo y con ello disponerme más adecuadamente para ejercitar mi sociabilidad, mi capacidad de relación. Se trata de ser más persona para construir mejor comunidad. Tu relación viva y personal en el desierto, tu oración en tu habitación, en lo escondido, te pondrá en contacto con tu Padre que ve en lo escondido y te hará mejor hijo y mejor hermano.

Desierto, estar sin los otros. Soledad, estar contigo. Ambas realidades te ofrecen la oportunidad de encontrarte en tu auténtica identidad

Y de encontrar al Dios vivo y verdadero.

 

Una segunda exigencia de la peregrinación puede ser el conocimiento y aceptación de la propia corporalidad con sus peculiaridades en el normal funcionamiento de este sistema dinámico integrado que es el cuerpo. Y con algo muy significativo, la fragilidad humana, física y mental, propia y ajena que repercuten  en el caminar diario, Pablo nos lo recuerda: “llevamos un grandísimo don en vasijas de barro”.

 

Finalmente, una tercera exigencia para el recto caminar será el descubrir y gobernar el potencial de energía que es la propia mente, el propio pensamiento, en permanente elaboración y archivado pero influyente en la propia vida.

El caminar consciente en permanente colaboración con Dios,  nos va conduciendo, elevando a cotas superiores de desarrollo, al monte. Allí se dan las

 

EXPERIENCIAS oracionales en el término, en el monte.

 

En el término, en el monte, se nos ofrece la tierra sin camino y en ella se nos va revelando la realidad misma de la oración como un diálogo pobre y original donde se advierte a Dios como Padre, dentro de sí, como oportunidad de relación amorosa con sinceridad y espontaneidad, descansando en el querer del Padre con amor filial.

Aparecen, también, algunos rasgos que el orante debe ir  asimilando con lucidez. Hay que ir más allá de las palabras para situarse en el silencio amoroso y en la atención quieta, a fin de estabilizarse, en lo posible, ante el misterio, ante la realidad de Dios presente. Surge una nueva relación, rotos ya métodos y formas. Se intensifica la actitud filial y amorosa.

Surgen, sin embargo, algunas impresiones: no pasa nada, pierdo el tiempo, etc. Conviene mantenerse firme en la oración, intensificar la advertencia amorosa en Dios que vaya definiendo la propia actitud filial de estar escondido con Cristo en Dios. La fe lo invade todo y sostiene la mirada receptiva y entregada al Amor.

Puede, finalmente, turbar al orante el pensamiento: hago oración y no cambio, qué me pasa. La turbación se agrava si oye que le dicen. “la oración que haces, se te debería notar “.

Es explicable la situación. Cree el orante y quizás también su entorno, que el proceso transformador que Dios va operando, debería aparecer con aquellos signos que  cada uno opina  que son  los adecuados. Sin embargo  en la vida de los santos se percibe, con la perspectiva que da la distancia, la obra que Dios ha ido haciendo en profundidad y transformando desde dentro, aunque no siempre se ha percibido.

Poco a poco el orante va percibiendo cómo evoluciona su talante y relación con Dios, consigo mismo y con los demás. Se acentúa la sintonía con el pensar, sentir y actuar de Jesucristo, el Hijo. En realidad se va dando el crecimiento y la maduración al ritmo que Dios imprime.

SINTONÍA al bajar del monte, vida integrada y presencia en el mundo.

La acción de Dios activa cuanto El mismo ha sembrado en la persona desde su bautismo: configuración vital con Jesucristo, vida nueva, vida divina, virtudes, dones y frutos  configuran el organismo sobrenatural.

El orante percibe que esta vida es AMOR y tiende a difundirse. Se siente instrumento de Dios que desde la relación amorosa con El, desde la oración, va siendo impulsado y dirigido a testimoniar las maravillas de Dios y a difundir EL PROYECTO DE DIOS PARA CON EL HOMBRE, la participación de la vida divina que nos hace vivir como hijos y como hermanos.

 

C A U C E.

        

Venimos compartiendo, a lo largo de estas páginas, lo que hemos encontrado. Que Dios tiene un PROYECTO eterno y plenamente feliz para el ser humano y que podemos conocerlo y asimilarlo mediante el PROCESO de la relación viva y personal con Dios vivo y verdadero, LA ORACION.

         Ahora te sugerimos que vayas siguiendo este proceso en un CAUCE que se llama el AÑO LITÚRGICO que es el sucederse de los días y meses del año donde la Iglesia

nos recuerda la Historia de la Salvación humana en sus diversas etapas

nos actualiza los misterios salvadores

en la vida del Pueblo de la Antigua Alianza,  Israel,  y

en la encarnación, vida, pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo,

en  el don del Espíritu Santo y el nacimiento de la Iglesia, Pueblo de Dios de la Nueva Alianza

que aparece como un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

que se ofrece como signo o sacramento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano

nos abre las riquezas del poder santificador y de los méritos del Señor para que los fieles puedan ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación.

 

         Este Año Litúrgico tiene

 

una primera parte en la cual se celebra el misterio de la ENCARNACIÓN.

El Hijo de Dios se hace hombre, por nosotros y por nuestra salvación.  Se inicia el ofrecimiento de la participación de la vida divina a toda la  humanidad: “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre ( GS 22).

 

Esta parte comienza con el Adviento que nos recuerda las Profecías de la Sagrada Escritura en el Antiguo Testamento acerca de este misterio y se desarrolla en cuatro semanas.

Culminan estas semanas en la fiesta de la Navidad donde Dios se manifiesta gradualmente

al Pueblo de Israel, fiesta de Navidad,

a los pueblos distintos de Israel, fiesta de la Epifanía, y

a toda la humanidad, fiesta del  Bautismo del Señor

 

 

una segunda parte en la cual se celebra el misterio pascual de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

Jesús culmina su vida realizando la salvación de la humanidad con su muerte en cruz y su resurrección gloriosa. “ Libera y vigoriza al hombre, renovándole interiormente y expulsando al príncipe de este mundo que le retenía en la esclavitud del pecado” (GS 13 )

 

Esta parte comienza con el miércoles de ceniza y la cuaresma

que ofrece la preparación al bautismo y, a cuantos ya lo recibieron, da la oportunidad de recuperar las energías perdidas por la fragilidad humana.

La celebración del misterio pascual en la semana santa y la cincuentena pascual aviva la conciencia expresada en esta afirmación “ en su resurrección hemos resucitado todos” y dispone a la acogida gozosa del Espíritu santo en la solemnidad de Pentecostés

 

una tercera parte recibe el nombre de Tiempo ordinario que da comienzo con el Bautismo del Señor en cuya fiesta escuchamos la voz del Padre: este es mi Hijo, escuchadle. Y vamos contemplando la persona de Jesús y su enseñanza, sus obras y la revelación progresiva de Dios misericordioso:

Mi misión consiste en dar testimonio de la verdad. Precisamente para eso nací y para eso vine al mundo. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz Jn 18, 37

Mientras estoy en el mundo, yo soy la luz del mundo; yo he venido a este mundo para un juicio: dar la vista a los ciegos y para privar de ella a los que creen ver Jn 9, 4.39

Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que come de este pan, vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne. Yo la doy para la vida del mundo Jn 6, 51

Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo el que esté vivo y crea en mí, jamás morirá. Crees esto ¿

Jn 11, 25

Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros . Jn 20,20.

Dios me ha dado autoridad plena sobre cielo y tierra. Poneos, pues en camino, haced discípulos a todos los pueblos y bautizadlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo Mt 28,18/20.

Este tiempo ordinario se desarrolla en 34 domingos situados entre el Bautismo del Señor, primer domingo del tiempo ordinario, hasta cuaresma. Y después de Pentecostés hasta la solemnidad de Cristo Rey, último domingo del tiempo ordinario y del año litúrgico.

Encauzar el proceso oracional en el año litúrgico ofrece un impulso vital que debes ir aprovechando.

Procura seguir de modo activo, reflexivo y asimilativo las diversas celebraciones del Año litúrgico a fin de que la relación viva y personal con Dios vivo y verdadero esté iluminada por la historia salvadora donde Dios se nos ha revelado, sigue hablando constante y amorosamente a nuestra conciencia, y va conduciendo nuestra vida mediante los ritos y las palabras de las diversas celebraciones al encuentro con Dios, en el misterio, con la certeza que nos da la fe.